LA SORPRESA
Y LOS METEORITOS
QUE YA NO ESTAN
EN CAMPO DEL CIELO
Fotografía
PARQUE PROVINCIAL PIGÜEN N'ONAXÁ, CHACO 2006
Los atributos constitutivos del proyecto que ocupa a los artistas hasta el día de hoy podían ya ser detectados en esta obra temprana: el acceso a la historia social y cultural de los meteoritos argentinos a través de un acercamiento directo a la comunidad, el viaje como método de prospección, el asunto de la restitución patrimonial y la búsqueda obstinada de interlocuciones dentro de la esfera institucional.
Durante la Fiesta Nacional del Meteorito del año 2006, celebrada en el Parque Provincial Pigüen N’Onaxa de la localidad de Gancedo, al sur del Chaco argentino, fue montada una exhibición de sencillez colegial, similar a un austero memorial. Seis fotografías retrataban a los grandes cuerpos meteoríticos que, desarraigados del sitio de impacto, ya no se encontraban en Campo del Cielo sino que reposaban en otros museos e instituciones de la Argentina. Cada una de las fotos estaba acompañada además por una ficha técnica que estipulaba nombre, peso, año de descubrimiento y ubicación del espécimen, anticipando también la proclividad del dúo hacia el sesgo cientificista, que suele expresarse en su trabajo a través del empleo de sistemas técnicos de relevo, clasificación y censado. Un último retrato completaba el conjunto y ejercía el rol de curioso talismán: la de un meteorito recientemente bautizado, por los artistas, con el nombre de La Sorpresa. Descubierto apenas unos meses antes, gozaba del privilegio de hallarse situado en la proximidad inmediata de su cráter original, sitio en el que reposa hasta el día de hoy.
El parque nacional fue fundado sobre una parcela de tierra expropiada, con el objetivo de salvaguardar el meteorito Chaco y algunos otros especímenes que fueron llegando con el correr de los años. En el ademán de imprimir, sobre el sitio proyectado para atesorarlos y amplificarlos culturalmente, una imagen de aquellos cuerpos meteoríticos dispersados por el país, se escondía el ansia de promover una reparación simbólica en el imaginario local.
Como en una propedéutica de su propio futuro artístico, esta acción primigenia terminó incluyendo, en forma de retrato, a varios de los meteoritos con los que el dúo terminaría vinculándose más adelante, especímenes que luego sufrirían otras transformaciones, escrutinios y traslados. Es entonces la figura de la profecía autocumplida la que mejor describe a La Sorpresa y los meteoritos que ya no están en Campo del Cielo: la premonición del camino -territorial, metodológico- a seguir y el avistaje inicial del surco que dejarían los meteoritos en la vida de los artistas, la misma marca que dejaron en miles de otras.